lunes, junio 27, 2005
Choques en la Frontera Sur
El ataque de las FARC, dicen que bajo las órdenes de "Raúl Reyes", a una base militar cerca de la frontera con el Ecuador, específicamente en el municipio de Puerto Asís, ha dejado al menos 19 muertos y alrededor de 8 heridos, según reportan los diferentes medios.
No podemos pasar por alto tan lamentable hecho, que nuevamente pone en evidencia que no todo es "color de rosa" en cuanto a la situación de seguridad en nuestro país, especialmente en cuanto a las zonas fronterizas.
Leer...
Al parecer existía información anterior sobre éste ataque (y los movimientos insurgentes que lo antecedieron) entre la población civil y algunos funcionarios locales, lo que ejemplificaría una falla de inteligencia y/o de coordinación entre ellos y las FF.MM.
Un error que es preciso corregir, porque sinceramente, el pie de fuerza por sí mismo apenas es suficiente para realizar acciones defensivas pasivas, pero para ejecutar operaciones preventivas y ofensivas es necesario utilizarlo más adecuada y ordenadamente, apoyándose en un conocimiento real de la situación en tierra, ganándose la confianza de la población. Si hay desconfianza y/o desorden, nada de eso lo puede reemplazar el apoyo de un avión fantasma o de un Super Tucano.
Seamos francos: las FARC siguen siendo un grupo armado fuerte, con amplia capacidad operativa, a pesar de que, desde luego, ya no cuenten con la misma libertad y amplitud de acción de la que gozaron en el pasado reciente. Pero esa culebra todavía puede morder y envenenar. No hay que bajar la guardia y caer en orgullosos triunfalismos, así como tampoco en pesimismos inútiles.
Nótese que a diferencia de lo que ocurría entre 1996 y 1998, las FARC no han conseguido diezmar realmente a las unidades implicadas, así claramente les puedan producir bajas de consideración (al decir eso no pretendo calificar el dolor que producen entre las víctimas y sus familiares, pues es el mismo). Tampoco han tomado posesión física de las bases atacadas, no han incautado gran cantidad de material logístico, no han secuestrado a los sobrevivientes, y no han logrado que las FF.MM. se replieguen inmediatamente hacia otras posiciones.
Todo eso y más sucedía hace menos de una década, pero no lo han conseguido durante ésta última acción, ni tampoco en las otras que se han presentado durante el presente año. Tal vez la explicación de esa diferencia se encuentre en el hecho de que el Ejército está, mal que bien, manteniendo ocupada a buena parte de los efectivos y cabecillas de las FARC en la zona del llamado "Plan Patriota" (Puerto Asís está cerca, pero fuera, de dicha zona).
Eso no quiere decir que los comandantes principales de las FARC estén apunto de ser capturados o derrotados, pero no pueden realizar las mismas operaciones que con facilidad ejecutaban en otras épocas. Hasta podría decirse que los recientes ataques tienen algo de distracción, en cuanto a que buscarían que se levante un poco la presión que tienen que soportar en otras regiones. No lo puedo asegurar, pero parece factible.
Por lo tanto, si bien los hechos recientes nos obligan a reflexionar sobre muchas cosas, no hay un punto real de comparación con lo que fuera la situación anterior. Al menos no por el momento, no sabemos qué ocurrirá en el futuro.
Pero éstos y otros desarrollos también nos han llevado a reexaminar nuestras relaciones con el Ecuador, nuestro vecino del sur, especialmente en torno al tema de la seguridad. No puedo evitar observar que pareciera que sólo pensamos en aquel país hermano en momentos de necesidad o de conflicto...¿no es eso algo deprimente? Yo personalmente creo que sí, pero hay que afrontar esa realidad, aparentemente inevitable, que rodea nuestro vecindario.
El alcalde de Puerto Asís, así como algunos de los pobladores y soldados, reclaman que los guerrilleros utilizan la frontera sur como un refugio, desde el cual realizarían sus concentraciones y planificaciones, para luego proceder a replegarse después de sus acciones militares, extorsionistas y terroristas: “Que la guerrilla vive en el Ecuador es algo que saben todos los putumayenses... hay pruebas de que las gentes de acá tienen que ir a Puerto Nuevo y Lago Agrio (en Ecuador) para pagar impuestos (extorsiones) allá”. Por el momento, el gobierno central no ha tomado ninguna determinación específica al respecto, fuera de insistir en que se conversará con el vecino país.
Al otro lado de la frontera, la actual administración ecuatoriana tiene sus propias opiniones y quejas sobre lo que consideran como una situación en la que el Ecuador es tratado injustamente. Específicamente, proponen que Colombia refuerce su presencia en la zona fronteriza y que se implemente una visa para regular el ingreso de colombianos a su territorio (medida, que en mi concepto y el de la canciller, sólo afectará a los ciudadanos comunes; ¿a cuántos irregulares les va a importar eso a la hora de querer cruzar un río o una trocha selvática?).
Al parecer el Ecuador tiene unos 8000 hombres concentrados en la zona fronteriza, frente a unos 4300 de Colombia, principalmente ocupados en tareas de protección a la infraestructura ( incluida la petrolera, sí, pero no exclusivamente).
A simple vista eso implicaría que debemos aumentar considerablemente el pie de fuerza en esa zona, pero más que el pie de fuerza, insisto en que lo que importa es cómo se utilice. Es más, hasta algunos ecuatorianos admiten que en su lado también hay deficiencias, con todo y su mayor número de hombres: "Aquí los militares vienen muy poco y la Policía ni siquiera aparece ".
Faltaría entonces no sólo aumentar el número de soldados, sino también coordinar, tanto independientemente como en conjunto, las acciones de ambas Fuerzas Armadas de una forma más eficiente. Pero dudo mucho que haya, al menos por el momento, algún espacio realmente serio para discutir ese tema sin caer en apasionamientos ideológicos.
¿Porqué? Por muchas razones, pero en parte porque también se menciona el ya conocido y espinoso asunto de las fumigaciones, junto con la insistencia ecuatoriana en que se suspendan, para que se respete una franja fronteriza de 10 km, a la vez que sugieren que mejor se recurra a la erradicación manual.
Una vez más tengo que decir que, si por mí fuera, yo accedería a la mayoría de esas peticiones, porque entiendo su base lógica, pero hay que admitir que no es tan fácil ponerlas en práctica. Es muy difícil realizar la erradicación manual en zonas selváticas donde, como lo constatan ellos mismos, hay fuerte presencia de irregulares. Por lo tanto, cualquier cambio de estrategia, en mi concepto, tendría que ser gradual y controlado, según lo permitan las circunstancias. Lógicamente, decir eso no facilitaría un diálogo en medio de las tensiones existentes, pero no deja de ser un problema.
Claro, algunos dirán "sí, eso es un problema de Colombia, no del Ecuador" (así como también puede decirse lo opuesto, en cuanto a las reclamaciones ecuatorianas sobre las fumigaciones). Podría tener algo de cierto, estrictamente hablando, pero ambos países tenemos en común, como mínimo absoluto, la circunstancia permanente e inevitable de nuestra mutua conexión geográfica.
Las múltiples implicaciones de ese hecho nos van a seguir afectando de aquí hasta el fin de los tiempos, se quiera o no. Que el Ecuador ignore a Colombia, o que Colombia ignore al Ecuador, no es más que cerrar los ojos y los oídos, pero no cambia lo que ha sucedido y lo que va a seguir sucediendo, ni las consecuencias, tanto buenas como malas, que resultarán de todo ésto. ¿Qué será mejor, buscar una salida más o menos justa entre ambas partes, o seguir por el mismo camino inútil del egoísmo compartido?
Quedamos entonces a la expectativa de desarrollos futuros. Lo peor de todo es que, de seguir así, quienes terminarían aprovechando las ventajas políticas y militares que ofrece un ambiente de tanta desconfianza mutua no son ni los colombianos ni los ecuatorianos, como pueblos, sino a lo sumo los políticos a ambos lados de la frontera y las facciones armadas extremistas, específicamente las FARC en el presente caso. Que yo sepa, eso no le sirve de nada al Ecuador ni, mucho menos, a Colombia.
No podemos pasar por alto tan lamentable hecho, que nuevamente pone en evidencia que no todo es "color de rosa" en cuanto a la situación de seguridad en nuestro país, especialmente en cuanto a las zonas fronterizas.
Leer...
Al parecer existía información anterior sobre éste ataque (y los movimientos insurgentes que lo antecedieron) entre la población civil y algunos funcionarios locales, lo que ejemplificaría una falla de inteligencia y/o de coordinación entre ellos y las FF.MM.
Un error que es preciso corregir, porque sinceramente, el pie de fuerza por sí mismo apenas es suficiente para realizar acciones defensivas pasivas, pero para ejecutar operaciones preventivas y ofensivas es necesario utilizarlo más adecuada y ordenadamente, apoyándose en un conocimiento real de la situación en tierra, ganándose la confianza de la población. Si hay desconfianza y/o desorden, nada de eso lo puede reemplazar el apoyo de un avión fantasma o de un Super Tucano.
Seamos francos: las FARC siguen siendo un grupo armado fuerte, con amplia capacidad operativa, a pesar de que, desde luego, ya no cuenten con la misma libertad y amplitud de acción de la que gozaron en el pasado reciente. Pero esa culebra todavía puede morder y envenenar. No hay que bajar la guardia y caer en orgullosos triunfalismos, así como tampoco en pesimismos inútiles.
Nótese que a diferencia de lo que ocurría entre 1996 y 1998, las FARC no han conseguido diezmar realmente a las unidades implicadas, así claramente les puedan producir bajas de consideración (al decir eso no pretendo calificar el dolor que producen entre las víctimas y sus familiares, pues es el mismo). Tampoco han tomado posesión física de las bases atacadas, no han incautado gran cantidad de material logístico, no han secuestrado a los sobrevivientes, y no han logrado que las FF.MM. se replieguen inmediatamente hacia otras posiciones.
Todo eso y más sucedía hace menos de una década, pero no lo han conseguido durante ésta última acción, ni tampoco en las otras que se han presentado durante el presente año. Tal vez la explicación de esa diferencia se encuentre en el hecho de que el Ejército está, mal que bien, manteniendo ocupada a buena parte de los efectivos y cabecillas de las FARC en la zona del llamado "Plan Patriota" (Puerto Asís está cerca, pero fuera, de dicha zona).
Eso no quiere decir que los comandantes principales de las FARC estén apunto de ser capturados o derrotados, pero no pueden realizar las mismas operaciones que con facilidad ejecutaban en otras épocas. Hasta podría decirse que los recientes ataques tienen algo de distracción, en cuanto a que buscarían que se levante un poco la presión que tienen que soportar en otras regiones. No lo puedo asegurar, pero parece factible.
Por lo tanto, si bien los hechos recientes nos obligan a reflexionar sobre muchas cosas, no hay un punto real de comparación con lo que fuera la situación anterior. Al menos no por el momento, no sabemos qué ocurrirá en el futuro.
Pero éstos y otros desarrollos también nos han llevado a reexaminar nuestras relaciones con el Ecuador, nuestro vecino del sur, especialmente en torno al tema de la seguridad. No puedo evitar observar que pareciera que sólo pensamos en aquel país hermano en momentos de necesidad o de conflicto...¿no es eso algo deprimente? Yo personalmente creo que sí, pero hay que afrontar esa realidad, aparentemente inevitable, que rodea nuestro vecindario.
El alcalde de Puerto Asís, así como algunos de los pobladores y soldados, reclaman que los guerrilleros utilizan la frontera sur como un refugio, desde el cual realizarían sus concentraciones y planificaciones, para luego proceder a replegarse después de sus acciones militares, extorsionistas y terroristas: “Que la guerrilla vive en el Ecuador es algo que saben todos los putumayenses... hay pruebas de que las gentes de acá tienen que ir a Puerto Nuevo y Lago Agrio (en Ecuador) para pagar impuestos (extorsiones) allá”. Por el momento, el gobierno central no ha tomado ninguna determinación específica al respecto, fuera de insistir en que se conversará con el vecino país.
Al otro lado de la frontera, la actual administración ecuatoriana tiene sus propias opiniones y quejas sobre lo que consideran como una situación en la que el Ecuador es tratado injustamente. Específicamente, proponen que Colombia refuerce su presencia en la zona fronteriza y que se implemente una visa para regular el ingreso de colombianos a su territorio (medida, que en mi concepto y el de la canciller, sólo afectará a los ciudadanos comunes; ¿a cuántos irregulares les va a importar eso a la hora de querer cruzar un río o una trocha selvática?).
Al parecer el Ecuador tiene unos 8000 hombres concentrados en la zona fronteriza, frente a unos 4300 de Colombia, principalmente ocupados en tareas de protección a la infraestructura ( incluida la petrolera, sí, pero no exclusivamente).
A simple vista eso implicaría que debemos aumentar considerablemente el pie de fuerza en esa zona, pero más que el pie de fuerza, insisto en que lo que importa es cómo se utilice. Es más, hasta algunos ecuatorianos admiten que en su lado también hay deficiencias, con todo y su mayor número de hombres: "Aquí los militares vienen muy poco y la Policía ni siquiera aparece ".
Faltaría entonces no sólo aumentar el número de soldados, sino también coordinar, tanto independientemente como en conjunto, las acciones de ambas Fuerzas Armadas de una forma más eficiente. Pero dudo mucho que haya, al menos por el momento, algún espacio realmente serio para discutir ese tema sin caer en apasionamientos ideológicos.
¿Porqué? Por muchas razones, pero en parte porque también se menciona el ya conocido y espinoso asunto de las fumigaciones, junto con la insistencia ecuatoriana en que se suspendan, para que se respete una franja fronteriza de 10 km, a la vez que sugieren que mejor se recurra a la erradicación manual.
Una vez más tengo que decir que, si por mí fuera, yo accedería a la mayoría de esas peticiones, porque entiendo su base lógica, pero hay que admitir que no es tan fácil ponerlas en práctica. Es muy difícil realizar la erradicación manual en zonas selváticas donde, como lo constatan ellos mismos, hay fuerte presencia de irregulares. Por lo tanto, cualquier cambio de estrategia, en mi concepto, tendría que ser gradual y controlado, según lo permitan las circunstancias. Lógicamente, decir eso no facilitaría un diálogo en medio de las tensiones existentes, pero no deja de ser un problema.
Claro, algunos dirán "sí, eso es un problema de Colombia, no del Ecuador" (así como también puede decirse lo opuesto, en cuanto a las reclamaciones ecuatorianas sobre las fumigaciones). Podría tener algo de cierto, estrictamente hablando, pero ambos países tenemos en común, como mínimo absoluto, la circunstancia permanente e inevitable de nuestra mutua conexión geográfica.
Las múltiples implicaciones de ese hecho nos van a seguir afectando de aquí hasta el fin de los tiempos, se quiera o no. Que el Ecuador ignore a Colombia, o que Colombia ignore al Ecuador, no es más que cerrar los ojos y los oídos, pero no cambia lo que ha sucedido y lo que va a seguir sucediendo, ni las consecuencias, tanto buenas como malas, que resultarán de todo ésto. ¿Qué será mejor, buscar una salida más o menos justa entre ambas partes, o seguir por el mismo camino inútil del egoísmo compartido?
Quedamos entonces a la expectativa de desarrollos futuros. Lo peor de todo es que, de seguir así, quienes terminarían aprovechando las ventajas políticas y militares que ofrece un ambiente de tanta desconfianza mutua no son ni los colombianos ni los ecuatorianos, como pueblos, sino a lo sumo los políticos a ambos lados de la frontera y las facciones armadas extremistas, específicamente las FARC en el presente caso. Que yo sepa, eso no le sirve de nada al Ecuador ni, mucho menos, a Colombia.
martes, junio 21, 2005
Rojo contra Azul
Otra vez habrá que ponerse a revisar los nuevos eventos que han transcurrido dentro la aparentemente interminable guerra virtual entre las naciones de Colombia y Venezuela...un tema que puede aburrir, y mucho, pero que sigue siendo de actualidad al fin y al cabo.
La anterior imagen refleja parcialmente cómo es que algunas personas siguen imaginando el futuro a mediano-largo plazo de las relaciones bilaterales de ambas naciones.
Eso no es nada novedoso, pero no deja de cansarnos a aquellos que, por alguna u otra razón, no compartimos dicha visión; aquellos que no creemos en la necesidad de prolongar una permanente tensión ni en la de profetizar un desenlace apocalíptico para una gran lucha entre "el bien" (que es azul para algunos y rojo para otros) y "el mal" (o vice versa).
Leer...
Pensar en que no hay otra salida a las problemáticas regionales que una inevitable invasión colombiana a Venezuela (con una supuesta "ayuda y guía del Imperio") o una invasión venezolana a Colombia (con la "ayuda y guía de los terroristas") es, francamente, una concepción que se acercaría a lo ridículo, si no fueran tan lamentables las potenciales consecuencias de tanta paranoia, aún si no se llegase necesariamente a la guerra abierta.
Para la muestra un botón....aunque tampoco sea totalmente desconocido, es quizás algo inusual el escuchar palabras de alto calibre como las siguientes: "El presidente de Colombia, Alvaro Uribe Vélez, es un político pirómano que prendió fuego al infierno latinoamericano como un demonio perverso cerebro del mal, obedeciendo órdenes del Pentágono".
Si esos vientos australianos (que, como a veces es el caso, pasan primero por los países nórdicos antes de arribar a tierras caribeñas) no fueran suficientes como para alimentar un verdadero huracán, todavía hay más: "ni con los paramilitares colombianos, ni con misiles ni traidores a su patria bolivariana, atajarán los cambios políticos, económicos y sociales, que caminan a pasos gigantes favor de las clases sociales paupérrimas".
Ponerse a responder a todas esas imputaciones e insultos sería relativamente fácil, aunque a fin de cuentas resultase una pérdida de tiempo (sobre todo porque no hay peor forma de propaganda que la que mezcla mentiras con verdades, confundiendo y convenciendo a los que bajen su guardia y/o mantengan intactos sus prejuicios), pero es curioso notar que el cuento ese de los misiles al parecer sí enredó a algunos incautos...y, desde luego, a los "patriotas bolivarianos" que simpatizan con la "revolución colombiana".
Lo cierto es que ambos gobiernos, por fortuna, habrían logrado mantenerse firmes y resistir ante las tentaciones de perder la cordura, hasta el punto de que las autoridades venezolanas han desautorizado tales declaraciones y rechazado su contenido insultante, y las nuestras no han incurrido en una innecesaria descalificación generalizada del vecino país y su pueblo hermano.
Otro suceso reciente que no podemos pasar por alto es la fuga de cierto guerrillero y narcotraficante de la central de la DISIP venezolana, donde al parecer vivía como todo un Pablo Escobar, lleno de privilegios y ayudas internas (evidentemente, nosotros mismos no hemos sido ajenos a situaciones parecidas).
Éste ya es un hecho más preocupante que los anteriores, pero igualmente se enmarca dentro de un ambiente compartido de desconfianza mutua y casi obsesiva. Seguramente más de uno dirá que el guerrillero se fugó por orden expresa del gobierno de Hugo Chávez, lo que sería una forma de presionar a Colombia, por ejemplo.
Yo no lo sé...y por eso no me atrevería a asegurarlo hasta no tener pruebas más claras que soporten dicha hipótesis. Lo que sí parece ser verdad es que más de un venezolano gustosamente prestará sus servicios para colaborar con ese tipo acciones nefastas, así como, lamentablemente, aquí también más de un colombiano colaborará en la ejecución de acciones cuestionables que afecten al país vecino. Se podrían mencionar y desarrollar más ejemplos, pero creo que sobran.
Aceptar y entender eso es una cosa, pero no justifica que la situación se salga de control, ni que se rompan todas las barreras diplomáticas y del sentido común. Se puede "jugar a la guerra" y, sin duda, se tienen que hacer preparativos (políticos y militares) para responder ante cualquier desgraciada eventualidad, mas no todo debe girar exclusivamente en torno a ese eje.
A pesar de todas las diferencias ideológicas y de los problemas tanto históricos como contemporáneos que existen entre ambos pueblos y ambos gobiernos, no llegaremos a vivir en carne propia ese desgraciado escenario de "Rojo contra Azul" (o "Azul contra Rojo", en su defecto) si hacemos lo posible por evitarlo, por lograr una convivencia real mediante la discusión racional y seria de las diferencias, promoviendo la tolerancia, evitando caer en el nacionalismo ciego y excluyente, en los odios e insultos gratuitos.
¿Será que podremos conseguir algo tan fácil de proponer, pero a la vez tan difícil de consolidar?
domingo, junio 19, 2005
Justicia o....
El tema de hoy será quizás un poco abstracto, y he de admitir que es una reflexión apenas preeliminar sobre el tema, pero no por ello es menos importante.
¿Qué es la justicia? ¿Existe acaso? Y si es así, ¿cómo se aplica, es realmente posible que sea eficiente? O en pocas palabras, ¿cómo es la justicia en Colombia?
Muchas preguntas, pocas respuestas. Responder correcta y profundamente a esas preguntas es una labor titánica, que no pretendo realizar en éste momento. El debate va más allá de cualquier país específico, sin duda, pero me he limitado a hablar un poco de la perspectiva que tengo sobre mi país, Colombia. También he de aclarar que no me voy a referir sólo a lo que se conoce como el proceso legal, sino también al fondo de la cuestión, es decir, que se puede hablar acerca de un sentido ético adicional, trascendente.
Es cierto que existe una vieja tradición histórica sobre un legalismo "santanderista" en Colombia, basada en el hecho de que las leyes estarían muy bien redactadas, argumentadas y fundamentadas por nuestros peritos y "padres de la patria", sin que eso se vea reflejado necesariamente en su aplicación práctica. Aunque, en pocas palabras, lo anterior sea cierto, no es todo lo que habría que tener en cuenta.
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Pensemos....¿cuántas personas en Colombia han sido arrestadas o detenidas por incumplir, a sabiendas o no, con un requerimiento o requisito legal? ¿O por sufrir los efectos de la suplantación de identidad? ¿O por haber sido señaladas por un tercero, sin que existan mayores evidencias en un primer momento? ¿O por simplemente estar en el lugar equivocado en el momento equivocado?
El número es incalculable, seguramente podría ser más de varios miles, si alguien se molestase en hacer un cálculo válido.
Claro, se supone que todos los hombres deben someterse a una autoridad común que pueda decidir sobre el bien y el mal, sobre lo que es justo y lo que es injusto, sobre lo que le causa daño a la sociedad y lo que no, para que desde ahí se pueda emitir un castigo correspondiente (o suspender el mismo, si es el caso).
Pero específicamente, en los casos anteriormente mencionados, los procesados, sin importar su situación individual, tienen que enfrentarse al alto riesgo de ser tratados de la misma forma que cualquier otro sindicado o condenado, aún si eso no se correspondiese -éticamente- con la realidad.
Muchas veces los personajes de turno tienen que compartir los mismos calabozos, celdas o salas de retención, el mismo esquema de visitas, las mismas limitaciones legales, el mismo proceso, las mismas reglas y los mismos castigos, en líneas generales. O inclusive, para aludir al caso reciente de Juan Carlos Gómez Luna, los mismos trámites de extradición.
Es decir, la presunción de inocencia, aunque sea muy bonita como un concepto legal que le enseñan a los futuros abogados, jueces y fiscales en su temprana etapa de idealismo, difícilmente se aplica aquí coherentemente. En la práctica, lo que hay muchas veces no es sino una presunción de culpabilidad. Hay que tratar "igual" a todos, porque se ignora la verdad, no hay suficientes detalles disponibles y "es mejor prevenir que curar". Es mejor correr el riesgo de tratar un poco "mal" al inocente, que beneficiar injustamente a un posible culpable.
En teoría eso podría ser muy bonito también, pero esa teórica igualdad ante la ley tampoco se cumple, y de hecho algunos reciben mejor o peor trato que otros, de parte de las autoridades competentes. Pero no según sus circunstancias legales ni éticas, sino según factores más subjetivos. ¿Qué pasó acaso con Pablo Escobar y La Catedral?
En parte, ese episodio de nuestro pasado reciente se puede explicar de la siguiente manera: nuestra sociedad, tan conflictiva y polarizadora, tiende a fomentar la creación de dos tipos de funcionarios judiciales: los que son extremadamente estrictos (siguen las reglas al pie de la letra sin importarles para nada su espíritu, sino sólo sus postulados físicos: el deber está por encima de la razón), y los que son extremadamente flexibles (es decir, los corruptos, los sobornables, los que pueden volverse "amigos" o "enemigos" con igual facilidad).
Y aún cuando no sea así, a los funcionarios, policías y guardianes usualmente no les importa si la persona implicada o sindicada tiene X o Y atenuante, a menos que les sea explicitado directa y legalmente por sus superiores inmediatos. Eso se entendería como algo necesario para evitar mayores enredos, pero en realidad el transformar un atenuante en un texto legal con efectos prácticas suele ser un proceso lento y riesgoso en éste país (no sé cómo sea en otros).
Por lo tanto, los funcionarios del caso tienen la oportunidad de tratar a una persona, así probablemente sea inocente o acaso culpable de una falta menor, casi igual que a un criminal común y/o reconocido (en cuanto al trato básico, más allá de la sentencia y sus imputaciones respectivas), a pesar de que sus circunstancias reales se perfilen como reconociblemente distintas. ¿Se puede comparar éticamente a un mafioso con alguien que no haya llenado correctamente un formulario? ¿Merecen recibir el mismo tratamiento?
Y, ¿en dónde quedará la ética y la justicia cuando a algunos se les ofrecen fincas-cárceles en aras de la paz y la tranquilidad, como a "Don Berna" o hasta el mismo Pablito, mientras que a alguna otra persona la pueden meter directamente en el oscuro pabellón general de una institución carcelaria gubernamental por no haber presentado un documento o respondido a una citación?
Para no hablar de cuando algunas imputaciones son tomadas como presumiblemente verdaderas sin contar con un soporte completo que las sustente, siendo el acusado el que debe demostrar su inocencia aún antes de entender bien de qué se le acusa...pero mientras eso ocurre, se pudre en una celda, como todos los demás.
El fiscal, u otro demandante institucional o privado, tiene mucha más flexibilidad para presentar y desarrollar los detalles concretos de los cargos, con poca o ninguna prisa, a pesar de que en teoría el espíritu de la ley sugiera otra cosa. Quien demande o acuse tiene que tener un punto de partida medianamente visible, por supuesto, pero se pueden ordenar capturas, requisas, etc. basándose en poco más que un simple papel, una orden que provenga de la llamada autoridad competente...aún sin que dicha autoridad haya dado a conocer cabalmente cómo va el resto del proceso, pero se presume su "competencia".
Quizás estoy siendo algo duro con la justicia colombiana, esperando que responda ante preocupaciones que se presentan no sólo en éste país sino (hasta cierto punto) en los demás de la región y de más allá, pero eso no oculta el dilema entre lo que la justicia pretende ser y lo que es en realidad. La solución lógica, por supuesto, sería reformar la justicia, no sólo conceptualmente sino metodológicamente pero, ¿exactamente cómo hacerlo? Por ahora, honestamente, no lo tengo muy claro (fuera de rechazar la "justicia popular revolucionaria", por supuesto, ni loco que estuviera como para tomarme ese veneno...).
Hasta entonces, pareciera que lo que se cumple a cabalidad en la realidad ni siquiera es eso de que "la ley es una sola para todos", porque está demostrado que existen amplias excepciones, según la personalidad del acusador y del detenido...para no hablar de las llamadas "mordidas" financieras que hacen parte de la corrupción a que se ven sometidos (o tentados, según el caso) tantos sujetos públicos y privados.
Lo que en realidad vendría al caso podría ser algo muy diferente: la justicia pretende ser ciega en su aplicación de la ley, en efecto...pero lo es de la peor manera posible: no ciega en cuanto a que no realice discriminaciones, sino tan ciega como lo es un ciego cascarrabias envuelto en la oscuridad, que no sabe qué hacer, porque no puede ver los matices ni los colores de la realidad.
Entonces ese ciego se la pasa dando golpes en la oscuridad con su bastón, creyendo que su ritmo repetitivo será suficiente para sobreponerse a sus propias limitaciones y a los obstáculos ajenos. Pero, más de una vez, golpeará valiosos muebles y dejará viva a más de una mosca, en medio de una nebulosa confusión.
miércoles, junio 15, 2005
Cuando Soplan los Vientos del Norte...
...hay que escucharlos. Por lo menos eso es lo que se puede concluir de que el gobierno nacional por fin acepte corregir algunos de los problemas de la ley de "Justicia y Paz", que está en la recta final de su trámite, partiendo de las reservas que expresaron varios congresistas y funcionarios norteamericanos.
Recordemos que desde hace rato se habían expresado dichas y otras preocupaciones sobre el proyecto de ley (el llamado "narcomico", por ejemplo, cuyo destino es impredecible), pero la administración actual más o menos había asumido una posición de "oídos sordos" ante las voces discordantes, hasta que también se pudo oír el toque de diana desde el lejano norte.
No deja de ser irónico que algunas de las correcciones propuestas ya estaban incluidas en ese antiguo proyecto de ley de Rafael Pardo, Gina Parody, Wilson Borja y compañia presentaron, un proyecto que finalmente fue hundido en el Congreso con suma facilidad.
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Ese proyecto anterior no era una panacea, la perfección absoluta, claro que no...pero al menos contaba de por sí con un apoyo internacional y el potencial para crear un concenso político nacional detrás del mismo, hasta el punto que varias de las ONGs de Derechos Humanos más críticas le habían otorgado una especie de aval (obviamente por sus propias razones).
No sé lo que piensen los lectores y visitantes, pero reitero que quizás hubiera sido mejor contar con un poco de ese apoyo y desde ahí plantear una posición firme y coherente ante los paramilitares en la mesa de negociación (los que tendrían que ceder más serían ellos y no el resto de la sociedad, sinceramente)...en vez de tener que enfrentar ahora múltiples críticas nacionales e internacionales, no sólo de ONGs sino inclusive de las víctimas y de la misma prensa, sin tener claro de dónde nos hemos de agarrar para resistirlas...sumándole a eso, claro, que los paras tampoco están muy contentos que digamos, porque no está asegurada su no extradición (aunque al parecer algunos estadounidenses sí han meditado sobre el tema).
Si el proyecto pierde legitimidad internacionalmente, es lógico que va a ser mucho más difícil lograr que tanto a los paramilitares como a los guerrilleros se les permita evadir la extradición a EE.UU. o alguna otra instancia de justicia extranjera (en el horizonte está la futura entrada en plena vigencia de la Corte Penal Internacional para juzgar crímenes atroces cometidos en Colombia). Recordemos que hay diversos intereses en juego, no sólo los de Colombia (y los de EE.UU.), por más que queremos verlo así.
Puede que algunos de los nuevos cambios que, ahora sí, se le van a introducir al proyecto puedan contribuir a calmar los ánimos y a tapar varios de los huecos (ojalá que no sea utilizando el relleno fluido, esperemos)...pero queda la duda de si se podrá desenredar definitivamente el enredo en que ya estamos metidos todos los participantes y observadores de nuestra realidad nacional...incluyendo, no faltaba más, a los mismos gringos.
lunes, junio 13, 2005
Al Rojo Vivo
Ya hace varios días que ha aterrizado la noticia de la aclamación del ex-presidente y ex-secretario general de la OEA César Gaviria como nuevo jefe único de ese conjunto heterogéneo conocido como el Partido Liberal.
Independientemente de lo que eso implique de por sí, ya se va aclarando que inclusive alguien como aquel ex-presidente, alguien que tanto ha sido (y será) criticado como "neoliberal" debido a la apertura económica que implementó en su momento, ahora tiene que aprenderse de memoria un discurso confrontacional y unilateral, si quiere obtener el favor de sus copartidarios.
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Al fin y al cabo, si Gaviria no hubiera utilizado el tono combativo y altisonante que empleó durante el II Congreso Liberal, tanto antes como después de su designación como jefe único, no hubiera podido sobreponerse a las resistencias y prevenciones que le tenían Horacio Serpa y otras personalidades. Si hasta lo empezaron a chiflar cuando llegó, pero terminó en medio de fuertes aplausos...
Por eso es que el mismo Serpa quedó tan complacido que aceptó que Gaviria lo había dejado "sin discurso", porque prácticamente dijo todo o casi todo lo que uno esperaría oír de aquel ex-ministro, ex-jefe único y ex-candidato en persona.
Curiosamente, quien ha quedado automarginado, quién sabe hasta cuándo, ha sido Enrique Peñalosa (a pesar de que siga circulando en los medios un novedoso comercial del Partido en el que admite que "la propiedad privada no es sagrada"), prácticamente por la simple razón de que no habría querido aceptar la oposición total a Uribe.
Quién sabe en qué estaría pensando el pobre Peñalosa, porque con esa posición no va a avanzar mucho dentro del Liberalismo oficialista, va quedar como la oveja negra, sin posibilidades de llegar a ser candidato presidencial para el 2006...a menos que de un día para otro quiera convertirse en el escudero número uno del Partido Liberal oposicionista, mediante una rápida metamorfosis similar a la de Gaviria (pero me imagino que le estará apostando al 2010, como mínimo...).
Todos sabemos que reclamar algo menos que eso sería ingenuo a éstas alturas pero, al menos formalmente, se suponía que el Partido Liberal debía seguir, por las órdenes de Serpa en persona, cuando éste partió para la embajada de la OEA, una línea de "colaboración constructiva con independencia crítica".
Pero, ¿cuándo se pudo ver algo eso? Habrá sido durante el primer año de gobierno, o como mucho en el 2002, porque ya para el 2003 el Partido ya se venía asumiendo en la práctica la misma actitud de oposición que hoy ya está oficialmente avalada.
Se dice, parcialmente con razón, que Uribe mismo fue quien produjo ese resultado al rechazar al Partido Liberal y pretender gobernar y reelegirse sin el apoyo de un partido propio (el Partido Conservador necesita más a Uribe que vice versa, no nos digamos mentiras), y aún así logró apropiarse de una mayoría de la "tajada" Liberal del Congreso.
Quizás la realidad sea precisamente que, en pocas palabras, el Liberalismo oficialista es una minoría que lucha por su superviviencia y eso obliga a tomar medidas políticas drásticas, al menos mientras electoralmente no se demuestre lo contrario el próximo año, sea en las elecciones parlamentarias o en las presidenciales.
Pero si, como ahora dice Gaviria, Uribe es un nuevo Rafael Núñez, un nuevo "Regenerador"...la cosa va a ser muy difícil. A diferencia de lo que concluyó Gaviria, Núñez sí que quiso perpetuarse en el poder: como disidente Liberal, fue reelegido tres veces, otra cosa es que terminó delegándole varios de sus mandatos a otros personajes, pero su nombre estaba en el tarjetón electoral (o como se llame lo que se utilizó en el siglo XIX). No sabemos si algo similar pase con el presidente Uribe, pero queda el antecendente histórico para que se reflexione al respecto.
Por ahora, habrá que tener cuidado para no quemarse con el aire caliente que desde ya está copando los espacios políticos y mediáticos, tanto de parte del Liberalismo como del Uribismo, porque ya los participantes prendieron sus motores y si la precampaña está que arde, quién sabe qué sucederá dentro de unos meses...
miércoles, junio 08, 2005
Otra Vez Venezuela...
No quiero parecer cínico, porque aquí también se nos han presentado a veces distracciones parecidas o superiores, pero existen bastantes otros problemas que deberían atender las entidades aduaneras y fronterizas del vecino país, ya que parece que tienen tiempo de sobra para preocuparse por las cosas más simples.
Ahora resulta que se anunció, inicialmente con bombos y platillos, el decomiso de unos "misiles" colombianos en un Aeropuerto de Venezuela, como parte de un lote que se encuentra en tránsito de Colombia a Israel, por medio de vuelos de Lufthansa que curiosamente hicieron escala en Caracas.
En el fondo, como afortunadamente se aclaró posteriormente, no eran verdaderos "misiles". No se trataba de los Python III que usan los aviones Kfir y Mirage entre otros, sino del guiado óptico de los mismos, que no es un material peligroso o ilegal, en absoluto. Fue la empresa israelí IAI la que tramitó su envío bajo contrato de la FAC colombiana, con motivo de su reparación.
Leer...
Ya sabiendo eso, el panorama es más lógico, porque sería irracional pensar en transportar misiles, armas cargadas o municiones explosivas por medio de una aerolínea comercial, hasta donde yo tengo conocimiento. Ese no es el caso, sino que se trata de un envío de material inofensivo. Pero aún así, Venezuela todavía requiere aclaraciones.
Además, allá ya han arrestado e investigado a funcionarios de Lufthansa, porque al parecer consideran que se violó la ley aduanera venezolana cuando dicho personal habría abierto la carga que estaba en tránsito, sin luego proceder a informar a las autoridades venezolanas sobre su contenido.
Parece que, aunque así de simple sea el asunto y que el tema no haya sido la noticia con mayor pérfil éstos últimos días, por lo visto todo va a seguir en el aire por un tiempo. Realmente sin ninguna necesidad, en mi opinión.
¿Para qué iban a abrir la carga esos funcionarios de la aerolínea? No tengo idea, a menos que haya sido por curiosidad. ¿Qué tan grave fue el crimen QUE cometieron al hacerlo? Nada grave, en mi opinión. ¿Qué gana Venezuela con "preocuparse" por el tema y darle tantas vueltas al asunto? Muy poco ya que, así se tenga legalmente ese derecho, a fin de cuentas el tránsito reglamentario de unas partes electrónicas no constituye "tráfico de armas", así se quiera dar a entender otra cosa.
Tráfico de armas, en el sentido concreto de la palabra en nuestra situación, es lo que sucede cuando, ilegamente, armas y arsenales extranjeros son introducidos por individuos criminales a un país con el fin de eventualmente llegar a las manos de grupos armados al margen de la ley, o a las de gobiernos y Fuerzas Armadas que no hayan realizado una compra legítima de las mismas.
Eso sí es algo muy grave que hay que combatir, algo que merece, en mi opinión, que se le preste mucha más atención que a los enredos innecesarios como el que se ha abordado en la presente ocasión. Unas partes electrónicas en sí mismas no suelen ser un peligro para la paz y para la estabilidad de una región o de una sociedad, pero un AK-47 o un paquete de municiones sí tienden a serlo.
PD: Todavía tengo algunos problemas que atender en la vida real, pero espero que pronto pueda restaurarse el ritmo normal de las actualizaciones.
Ahora resulta que se anunció, inicialmente con bombos y platillos, el decomiso de unos "misiles" colombianos en un Aeropuerto de Venezuela, como parte de un lote que se encuentra en tránsito de Colombia a Israel, por medio de vuelos de Lufthansa que curiosamente hicieron escala en Caracas.
En el fondo, como afortunadamente se aclaró posteriormente, no eran verdaderos "misiles". No se trataba de los Python III que usan los aviones Kfir y Mirage entre otros, sino del guiado óptico de los mismos, que no es un material peligroso o ilegal, en absoluto. Fue la empresa israelí IAI la que tramitó su envío bajo contrato de la FAC colombiana, con motivo de su reparación.
Leer...
Ya sabiendo eso, el panorama es más lógico, porque sería irracional pensar en transportar misiles, armas cargadas o municiones explosivas por medio de una aerolínea comercial, hasta donde yo tengo conocimiento. Ese no es el caso, sino que se trata de un envío de material inofensivo. Pero aún así, Venezuela todavía requiere aclaraciones.
Además, allá ya han arrestado e investigado a funcionarios de Lufthansa, porque al parecer consideran que se violó la ley aduanera venezolana cuando dicho personal habría abierto la carga que estaba en tránsito, sin luego proceder a informar a las autoridades venezolanas sobre su contenido.
Parece que, aunque así de simple sea el asunto y que el tema no haya sido la noticia con mayor pérfil éstos últimos días, por lo visto todo va a seguir en el aire por un tiempo. Realmente sin ninguna necesidad, en mi opinión.
¿Para qué iban a abrir la carga esos funcionarios de la aerolínea? No tengo idea, a menos que haya sido por curiosidad. ¿Qué tan grave fue el crimen QUE cometieron al hacerlo? Nada grave, en mi opinión. ¿Qué gana Venezuela con "preocuparse" por el tema y darle tantas vueltas al asunto? Muy poco ya que, así se tenga legalmente ese derecho, a fin de cuentas el tránsito reglamentario de unas partes electrónicas no constituye "tráfico de armas", así se quiera dar a entender otra cosa.
Tráfico de armas, en el sentido concreto de la palabra en nuestra situación, es lo que sucede cuando, ilegamente, armas y arsenales extranjeros son introducidos por individuos criminales a un país con el fin de eventualmente llegar a las manos de grupos armados al margen de la ley, o a las de gobiernos y Fuerzas Armadas que no hayan realizado una compra legítima de las mismas.
Eso sí es algo muy grave que hay que combatir, algo que merece, en mi opinión, que se le preste mucha más atención que a los enredos innecesarios como el que se ha abordado en la presente ocasión. Unas partes electrónicas en sí mismas no suelen ser un peligro para la paz y para la estabilidad de una región o de una sociedad, pero un AK-47 o un paquete de municiones sí tienden a serlo.
PD: Todavía tengo algunos problemas que atender en la vida real, pero espero que pronto pueda restaurarse el ritmo normal de las actualizaciones.
domingo, junio 05, 2005
Intolerancia
Intolerancia. Si tuviera que resumir en una palabra los problemas que ha tenido Colombia desde su independencia, creo que ese término sería el más apropiado. Desde la época del conflicto entre Santanderistas y Bolivarianos, pasando por las guerras entre Liberales y Conservadores hasta llegar a nuestra debacle actual, esa ha sido la constante.
En los últimos tiempos, si bien la violencia bipartidista ha llegado a su fin, la intolerancia sigue reinando. Tomemos el caso de la izquierda, que ha tenido bastante atención mediática en éstos días, específicamente con la (re-)elección de Antonio Navarro como candidato presidencial del PDI y con el cubrimiento que EL TIEMPO le asigna hoy a la antigua Unión Patriótica y su trágico destino. Ese último es un tema bastante espinoso y sin duda sensible, que no puede tratarse desde una perspectiva "en blanco y negro", porque no es nada fácil. Pero ilustra bien a qué nos puede llevar la intolerancia.
Leer...
Como ya varios sabrán, la creación de la UP como partido político fue el resultado de los acuerdos de La Uribe que negociaron las FARC y el gobierno del conservador Belisario Betancur (1982-1986) en 1984, en un contexto que incluía una amnistía general y un cese al fuego. Como quiera que éstos últimos temas no dejan de ser importantes dentro de las discusiones actuales, y están relacionados con la intolerancia de entonces y de hoy, la UP no puede ser un antecedente despreciable a la hora de pensar en negociar tanto con los paramilitares como con las guerrillas actuales.
En ese momento, al principio del proceso, todo parecería ir de maravilla, una fiesta de tolerancia y reconciliación entre enemigos mutuos. Pero sólo en apariencia, porque había graves debates y tensiones subyacentes, oscurecidas por la multitud de cámaras de televisión y de micrófonos que, por primera pero no última vez, se lanzaron a devorar los acontecimientos. La intolerancia, desde diversos orígenes, aguardaba el momento preciso para irrumpir en la realidad.
Pronto empezaron las amenazas, las persecuciones y luego los asesinatos, aparentemente concentrándose la mayoría durante el período de gobierno del presidente Virgilio Barco (1986-1990), aunque en realidad ni siquiera se han detenido completamente hasta la fecha (sólo se ha reducido su ritmo con el paso de los años). Las víctimas del exterminio que sufrió la UP son incontables, no hay un número fijo. De hecho, el número realmente no importaría, moralmente hablando, porque el asesinato de 2.000 o de 3.000 o de 4.000 personas es igual de rechazable, despreciable y condenable hasta más no poder: una verdadera masacre ocurrió, día a día, paso a paso, año tras año.
Cuando sí va a importar el número de víctimas es a la hora de pensar en qué es lo que habría que hacer, en la práctica, para buscar una resolución que levante hasta donde sea posible el manto de la impunidad y el olvido que ha ocultado a esos crímenes (menos del 35% de los encuestados por EL TIEMPO identifican correctamente qué fue la UP), mediante un grado de "verdad, justicia y reparación" (la "canción" que está "de moda").
¿A cuántos habría que reparar y de qué manera? ¿Qué hacer con los presuntos responsables particulares e institucionales, que por acción u omisión participaron de esos hechos, algunos de ellos sentados hoy en la mesa de Ralito? ¿Hasta dónde llega la culpa de los paramilitares y narcotraficantes y hasta dónde la del Estado? Preguntas todavía difíciles de responder y que no tendrían fácil resolución en nuestro país, como lo demuestra el total letargo judicial que rodea al caso. Se ha venido acumulando una pesada y enredada carga legal que podría ir a instancias internacionales, donde están informados del tema y no les va a temblar la mano para emitir su veredicto sobre nuestra indiferencia y, claro, nuestra intolerancia.
Pero si bien es obligatorio pensar en los aspectos anteriores, no son suficientes, pues la cosa no se queda ahí. Hay que pensar en qué fue lo que significó y significa realmente la UP para las mismas FARC, qué tan tolerantes fueron con los demás. Sus propios dirigentes del momento admitieron libremente que habían sido tomados por sorpresa con la posición del nuevo presidente, porque venían en plan de guerra al finalizar el controvertido gobierno de Julio César Turbay (1978-1982).
En 1982, durante la Séptima Conferencia de aquella guerrilla, habían craneado, de la mano de "Jacobo Arenas" entre otros (uno de los entonces "históricos" de las FARC, que ha dejado más de un triste legado después de su muerte natural en 1990), un "plan estratégico" (que detallaba un fortalecimiento de su pie de fuerza, reorganización estructural, desdoblamiento de frentes, reafirmación de la utilización de todas las formas de lucha, la incorporación del "-EP" a su nombre y la adopción de otras medidas), con el fin de plantear seriamente, quizás por primera vez, unas metas claras hacia una eventual toma del poder, llegando inclusive a diseñarse cronogramas tentativos (que hoy parecerían risibles...¿o quizás no tanto?).
Es difícil conseguir esos detalles en línea, pero están en varios de los reportajes y libros que se han escrito sobre las FARC y en textos redactados en sus propias palabras o por sus directos interlocutores, sobre todo antes de mediados de los 90s, con alguna que otra excepción posterior. No me los he inventado yo, quien quiera investigarlo por su cuenta es libre de hacerlo y confirmarlo. Todo parece indicar que las FARC, si bien se acogieron rápidamente a las oportunidades políticas que planteó "el buen Belisario", las sumaron a sus planes existentes, pero nunca rechazaron de plano la lucha armada ni replantearon las intenciones expresadas en su Séptima Conferencia. Reinaba la desconfianza.
Por ende la continuación de la "combinación de todas las formas de lucha", ligada a las políticas que siguiera el Partido Comunista en la época de "la Violencia" (1948-1958), era una realidad en la práctica. Como estaban las cosas, el experimento no tenía un futuro demasiado prometedor, en cuanto a que fuese posible alcanzar una paz rápida y sólida, aunque no estaba condenado al fracaso.
Era previsible que se presentase por largo tiempo una situación contradictoria como resultado de la relación "FARC y UP", equivalente a la que en tiempos modernos se ha presentado en el País Vasco ("ETA y Basatuna/PCTV") y en Irlanda del Norte ("IRA y Sinn Fein"), con varios altibajos y mucha tensión política de por medio. ¿Podríamos haber tolerado eso en éste país, que ya tenía un legado lleno de sangre a cuestas? Aparentemente no.
Es cierto que algunos miembros de las FARC, como el mismo "Arenas" y otros cuyas caras son hoy más conocidas, intentaron en algún momento participar en política, y de hecho varios sí lo hicieron de verdad, pero honestamente fue de manera minoritaria. En el grueso del grupo armado y de su comandancia, no se depusieron las armas, no hubo desmovilizaciones, y quizás lo más importante, no se detuvieron los secuestros extorsivos ni se respetó a cabalidad el cese al fuego, sino que inclusive se hizo proselitismo armado a favor de la UP en ciertas regiones del país (¿les suena familiar ese escenario?).
No pretendo justificar con eso el exterminio ni la intolerancia contra la UP, sino presentar algunas de sus otras facetas. Sería simplista y falso decir que ese partido político era apenas un brazo político de las FARC, como sí lo sería hoy el llamado "Movimiento Bolivariano" o el "Partido Comunista clandestino" fundado en el 2000. De hecho, la gran mayoría de los integrantes y militantes de la UP no fueron (ex-)guerrilleros, sino miembros del Partido Comunista, de sindicatos, de distintas organizaciones sociales y otros grupos independientes, varios con un mayor o menor grado de interacción con las FARC.
Quizás muchos eran simpatizantes de las FARC y de su forma de pensar, pero tener esa simpatía, así fuese mal visto, no constituye un crímen. Inclusive puede decirse que la ceguera ante esa misma distinción lo que hizo fue promover y agravar la tragedia, a los ojos de que los que sí justificaron el asesinato de supuestos "guerrilleros" o "colaboradores activos de la guerrilla", cuando el porcentaje de ambos al parecer fue mínimo dentro de la UP. Hasta pueden encontrarse muchos militantes y líderes de la UP como Bernardo Jaramillo Ossa (y otros más), que tuvieron diferencias serias con las FARC, que asumieron un rechazo a la lucha armada y a la "combinación de todas las formas de luchas", pensando en que era necesaria una visión y una actitud más comprometida con la paz y el resto del país.
Desafortunadamente para todos nosotros, de poco valieron esas ideas y llamados a la tolerancia, porque éstos últimos igual terminaron muertos tanto física como políticamente. A los ojos de los numerosos intolerantes que siguen en nuestro medio, sean de izquierda o de derecha o inclusive sin ningún pensamiento en absoluto, no hay casi espacio para la discusión, para el diálogo, para el compromiso real, sino sólo para la toma de decisiones irrevocables y el apoyo irrestricto a sus respectivos proyectos (sean revolucionarios, criminales, militares, políticos, egocéntricos o de otra clase).
Lo demuestra el hecho de que las mismas FARC no cesan de usar métodos asesinos de exterminiocontra los que ellos consideran sus enemigos políticos u "objetivos militares", una distinción prácticamente inexistente después de que tanta sangre haya sido derramada, en su mayoría inútil e injustificablemente. A ellos, y el resto de los violentos de cualquier signo, les haría éste reclamo generalizado: ¿Qué tolerancia pueden reclamar mientras ustedes mismos no toleren al otro? ¿No deben empezar por mostrarse tolerantes?
Quizás alguna de las cosas que debería enseñarnos el exterminio de la UP, al igual que tantos otros actos barbáricos de nuestro pasado, sería que debemos reconocer la existencia de la intolerancia crónica y combatirla como tal. Para dejar atrás tanta violencia, hay que superar ese permanente autismo político mutuo, aprender a aceptar los errores propios y ajenos, y también a dirimir las diferencias pacífica y honestamente, si no queremos seguir rompiéndonos la espalda poco a poco, bajo el creciente peso de los pecados del ayer...y de nuestro presente, que pronto se podría convertir en una carga para futuras generaciones.
PD: Mis disculpas por las reducidas actualizaciones de los últimas días, espero que todo vuelva a su nivel normal en una semana, o cuando mucho en algunos días más. Eso no significa que mientras tanto no vaya a hacer ninguna actualización, claro que no, simplemente habrá más bien poca actividad hasta que ciertas cosas se calmen en la vida real. Pero mejor no hablemos de mí, un ser humano cualquiera, sino de cosas más relevantes.
En los últimos tiempos, si bien la violencia bipartidista ha llegado a su fin, la intolerancia sigue reinando. Tomemos el caso de la izquierda, que ha tenido bastante atención mediática en éstos días, específicamente con la (re-)elección de Antonio Navarro como candidato presidencial del PDI y con el cubrimiento que EL TIEMPO le asigna hoy a la antigua Unión Patriótica y su trágico destino. Ese último es un tema bastante espinoso y sin duda sensible, que no puede tratarse desde una perspectiva "en blanco y negro", porque no es nada fácil. Pero ilustra bien a qué nos puede llevar la intolerancia.
Leer...
Como ya varios sabrán, la creación de la UP como partido político fue el resultado de los acuerdos de La Uribe que negociaron las FARC y el gobierno del conservador Belisario Betancur (1982-1986) en 1984, en un contexto que incluía una amnistía general y un cese al fuego. Como quiera que éstos últimos temas no dejan de ser importantes dentro de las discusiones actuales, y están relacionados con la intolerancia de entonces y de hoy, la UP no puede ser un antecedente despreciable a la hora de pensar en negociar tanto con los paramilitares como con las guerrillas actuales.
En ese momento, al principio del proceso, todo parecería ir de maravilla, una fiesta de tolerancia y reconciliación entre enemigos mutuos. Pero sólo en apariencia, porque había graves debates y tensiones subyacentes, oscurecidas por la multitud de cámaras de televisión y de micrófonos que, por primera pero no última vez, se lanzaron a devorar los acontecimientos. La intolerancia, desde diversos orígenes, aguardaba el momento preciso para irrumpir en la realidad.
Pronto empezaron las amenazas, las persecuciones y luego los asesinatos, aparentemente concentrándose la mayoría durante el período de gobierno del presidente Virgilio Barco (1986-1990), aunque en realidad ni siquiera se han detenido completamente hasta la fecha (sólo se ha reducido su ritmo con el paso de los años). Las víctimas del exterminio que sufrió la UP son incontables, no hay un número fijo. De hecho, el número realmente no importaría, moralmente hablando, porque el asesinato de 2.000 o de 3.000 o de 4.000 personas es igual de rechazable, despreciable y condenable hasta más no poder: una verdadera masacre ocurrió, día a día, paso a paso, año tras año.
Cuando sí va a importar el número de víctimas es a la hora de pensar en qué es lo que habría que hacer, en la práctica, para buscar una resolución que levante hasta donde sea posible el manto de la impunidad y el olvido que ha ocultado a esos crímenes (menos del 35% de los encuestados por EL TIEMPO identifican correctamente qué fue la UP), mediante un grado de "verdad, justicia y reparación" (la "canción" que está "de moda").
¿A cuántos habría que reparar y de qué manera? ¿Qué hacer con los presuntos responsables particulares e institucionales, que por acción u omisión participaron de esos hechos, algunos de ellos sentados hoy en la mesa de Ralito? ¿Hasta dónde llega la culpa de los paramilitares y narcotraficantes y hasta dónde la del Estado? Preguntas todavía difíciles de responder y que no tendrían fácil resolución en nuestro país, como lo demuestra el total letargo judicial que rodea al caso. Se ha venido acumulando una pesada y enredada carga legal que podría ir a instancias internacionales, donde están informados del tema y no les va a temblar la mano para emitir su veredicto sobre nuestra indiferencia y, claro, nuestra intolerancia.
Pero si bien es obligatorio pensar en los aspectos anteriores, no son suficientes, pues la cosa no se queda ahí. Hay que pensar en qué fue lo que significó y significa realmente la UP para las mismas FARC, qué tan tolerantes fueron con los demás. Sus propios dirigentes del momento admitieron libremente que habían sido tomados por sorpresa con la posición del nuevo presidente, porque venían en plan de guerra al finalizar el controvertido gobierno de Julio César Turbay (1978-1982).
En 1982, durante la Séptima Conferencia de aquella guerrilla, habían craneado, de la mano de "Jacobo Arenas" entre otros (uno de los entonces "históricos" de las FARC, que ha dejado más de un triste legado después de su muerte natural en 1990), un "plan estratégico" (que detallaba un fortalecimiento de su pie de fuerza, reorganización estructural, desdoblamiento de frentes, reafirmación de la utilización de todas las formas de lucha, la incorporación del "-EP" a su nombre y la adopción de otras medidas), con el fin de plantear seriamente, quizás por primera vez, unas metas claras hacia una eventual toma del poder, llegando inclusive a diseñarse cronogramas tentativos (que hoy parecerían risibles...¿o quizás no tanto?).
Es difícil conseguir esos detalles en línea, pero están en varios de los reportajes y libros que se han escrito sobre las FARC y en textos redactados en sus propias palabras o por sus directos interlocutores, sobre todo antes de mediados de los 90s, con alguna que otra excepción posterior. No me los he inventado yo, quien quiera investigarlo por su cuenta es libre de hacerlo y confirmarlo. Todo parece indicar que las FARC, si bien se acogieron rápidamente a las oportunidades políticas que planteó "el buen Belisario", las sumaron a sus planes existentes, pero nunca rechazaron de plano la lucha armada ni replantearon las intenciones expresadas en su Séptima Conferencia. Reinaba la desconfianza.
Por ende la continuación de la "combinación de todas las formas de lucha", ligada a las políticas que siguiera el Partido Comunista en la época de "la Violencia" (1948-1958), era una realidad en la práctica. Como estaban las cosas, el experimento no tenía un futuro demasiado prometedor, en cuanto a que fuese posible alcanzar una paz rápida y sólida, aunque no estaba condenado al fracaso.
Era previsible que se presentase por largo tiempo una situación contradictoria como resultado de la relación "FARC y UP", equivalente a la que en tiempos modernos se ha presentado en el País Vasco ("ETA y Basatuna/PCTV") y en Irlanda del Norte ("IRA y Sinn Fein"), con varios altibajos y mucha tensión política de por medio. ¿Podríamos haber tolerado eso en éste país, que ya tenía un legado lleno de sangre a cuestas? Aparentemente no.
Es cierto que algunos miembros de las FARC, como el mismo "Arenas" y otros cuyas caras son hoy más conocidas, intentaron en algún momento participar en política, y de hecho varios sí lo hicieron de verdad, pero honestamente fue de manera minoritaria. En el grueso del grupo armado y de su comandancia, no se depusieron las armas, no hubo desmovilizaciones, y quizás lo más importante, no se detuvieron los secuestros extorsivos ni se respetó a cabalidad el cese al fuego, sino que inclusive se hizo proselitismo armado a favor de la UP en ciertas regiones del país (¿les suena familiar ese escenario?).
No pretendo justificar con eso el exterminio ni la intolerancia contra la UP, sino presentar algunas de sus otras facetas. Sería simplista y falso decir que ese partido político era apenas un brazo político de las FARC, como sí lo sería hoy el llamado "Movimiento Bolivariano" o el "Partido Comunista clandestino" fundado en el 2000. De hecho, la gran mayoría de los integrantes y militantes de la UP no fueron (ex-)guerrilleros, sino miembros del Partido Comunista, de sindicatos, de distintas organizaciones sociales y otros grupos independientes, varios con un mayor o menor grado de interacción con las FARC.
Quizás muchos eran simpatizantes de las FARC y de su forma de pensar, pero tener esa simpatía, así fuese mal visto, no constituye un crímen. Inclusive puede decirse que la ceguera ante esa misma distinción lo que hizo fue promover y agravar la tragedia, a los ojos de que los que sí justificaron el asesinato de supuestos "guerrilleros" o "colaboradores activos de la guerrilla", cuando el porcentaje de ambos al parecer fue mínimo dentro de la UP. Hasta pueden encontrarse muchos militantes y líderes de la UP como Bernardo Jaramillo Ossa (y otros más), que tuvieron diferencias serias con las FARC, que asumieron un rechazo a la lucha armada y a la "combinación de todas las formas de luchas", pensando en que era necesaria una visión y una actitud más comprometida con la paz y el resto del país.
Desafortunadamente para todos nosotros, de poco valieron esas ideas y llamados a la tolerancia, porque éstos últimos igual terminaron muertos tanto física como políticamente. A los ojos de los numerosos intolerantes que siguen en nuestro medio, sean de izquierda o de derecha o inclusive sin ningún pensamiento en absoluto, no hay casi espacio para la discusión, para el diálogo, para el compromiso real, sino sólo para la toma de decisiones irrevocables y el apoyo irrestricto a sus respectivos proyectos (sean revolucionarios, criminales, militares, políticos, egocéntricos o de otra clase).
Lo demuestra el hecho de que las mismas FARC no cesan de usar métodos asesinos de exterminiocontra los que ellos consideran sus enemigos políticos u "objetivos militares", una distinción prácticamente inexistente después de que tanta sangre haya sido derramada, en su mayoría inútil e injustificablemente. A ellos, y el resto de los violentos de cualquier signo, les haría éste reclamo generalizado: ¿Qué tolerancia pueden reclamar mientras ustedes mismos no toleren al otro? ¿No deben empezar por mostrarse tolerantes?
Quizás alguna de las cosas que debería enseñarnos el exterminio de la UP, al igual que tantos otros actos barbáricos de nuestro pasado, sería que debemos reconocer la existencia de la intolerancia crónica y combatirla como tal. Para dejar atrás tanta violencia, hay que superar ese permanente autismo político mutuo, aprender a aceptar los errores propios y ajenos, y también a dirimir las diferencias pacífica y honestamente, si no queremos seguir rompiéndonos la espalda poco a poco, bajo el creciente peso de los pecados del ayer...y de nuestro presente, que pronto se podría convertir en una carga para futuras generaciones.
PD: Mis disculpas por las reducidas actualizaciones de los últimas días, espero que todo vuelva a su nivel normal en una semana, o cuando mucho en algunos días más. Eso no significa que mientras tanto no vaya a hacer ninguna actualización, claro que no, simplemente habrá más bien poca actividad hasta que ciertas cosas se calmen en la vida real. Pero mejor no hablemos de mí, un ser humano cualquiera, sino de cosas más relevantes.
Para reclamos penales, favor no contacte al autor. Seguramente se le practicará la abstención activa.
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