lunes, junio 27, 2005

Choques en la Frontera Sur


El ataque de las FARC, dicen que bajo las órdenes de "Raúl Reyes", a una base militar cerca de la frontera con el Ecuador, específicamente en el municipio de Puerto Asís, ha dejado al menos 19 muertos y alrededor de 8 heridos, según reportan los diferentes medios.

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No podemos pasar por alto tan lamentable hecho, que nuevamente pone en evidencia que no todo es "color de rosa" en cuanto a la situación de seguridad en nuestro país, especialmente en cuanto a las zonas fronterizas.

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Al parecer existía información anterior sobre éste ataque (y los movimientos insurgentes que lo antecedieron) entre la población civil y algunos funcionarios locales, lo que ejemplificaría una falla de inteligencia y/o de coordinación entre ellos y las FF.MM.

Un error que es preciso corregir, porque sinceramente, el pie de fuerza por sí mismo apenas es suficiente para realizar acciones defensivas pasivas, pero para ejecutar operaciones preventivas y ofensivas es necesario utilizarlo más adecuada y ordenadamente, apoyándose en un conocimiento real de la situación en tierra, ganándose la confianza de la población. Si hay desconfianza y/o desorden, nada de eso lo puede reemplazar el apoyo de un avión fantasma o de un Super Tucano.

Seamos francos: las FARC siguen siendo un grupo armado fuerte, con amplia capacidad operativa, a pesar de que, desde luego, ya no cuenten con la misma libertad y amplitud de acción de la que gozaron en el pasado reciente. Pero esa culebra todavía puede morder y envenenar. No hay que bajar la guardia y caer en orgullosos triunfalismos, así como tampoco en pesimismos inútiles.

Nótese que a diferencia de lo que ocurría entre 1996 y 1998, las FARC no han conseguido diezmar realmente a las unidades implicadas, así claramente les puedan producir bajas de consideración (al decir eso no pretendo calificar el dolor que producen entre las víctimas y sus familiares, pues es el mismo). Tampoco han tomado posesión física de las bases atacadas, no han incautado gran cantidad de material logístico, no han secuestrado a los sobrevivientes, y no han logrado que las FF.MM. se replieguen inmediatamente hacia otras posiciones.

Todo eso y más sucedía hace menos de una década, pero no lo han conseguido durante ésta última acción, ni tampoco en las otras que se han presentado durante el presente año. Tal vez la explicación de esa diferencia se encuentre en el hecho de que el Ejército está, mal que bien, manteniendo ocupada a buena parte de los efectivos y cabecillas de las FARC en la zona del llamado "Plan Patriota" (Puerto Asís está cerca, pero fuera, de dicha zona).

Eso no quiere decir que los comandantes principales de las FARC estén apunto de ser capturados o derrotados, pero no pueden realizar las mismas operaciones que con facilidad ejecutaban en otras épocas. Hasta podría decirse que los recientes ataques tienen algo de distracción, en cuanto a que buscarían que se levante un poco la presión que tienen que soportar en otras regiones. No lo puedo asegurar, pero parece factible.

Por lo tanto, si bien los hechos recientes nos obligan a reflexionar sobre muchas cosas, no hay un punto real de comparación con lo que fuera la situación anterior. Al menos no por el momento, no sabemos qué ocurrirá en el futuro.

Pero éstos y otros desarrollos también nos han llevado a reexaminar nuestras relaciones con el Ecuador, nuestro vecino del sur, especialmente en torno al tema de la seguridad. No puedo evitar observar que pareciera que sólo pensamos en aquel país hermano en momentos de necesidad o de conflicto...¿no es eso algo deprimente? Yo personalmente creo que sí, pero hay que afrontar esa realidad, aparentemente inevitable, que rodea nuestro vecindario.

El alcalde de Puerto Asís, así como algunos de los pobladores y soldados, reclaman que los guerrilleros utilizan la frontera sur como un refugio, desde el cual realizarían sus concentraciones y planificaciones, para luego proceder a replegarse después de sus acciones militares, extorsionistas y terroristas: “Que la guerrilla vive en el Ecuador es algo que saben todos los putumayenses... hay pruebas de que las gentes de acá tienen que ir a Puerto Nuevo y Lago Agrio (en Ecuador) para pagar impuestos (extorsiones) allá”. Por el momento, el gobierno central no ha tomado ninguna determinación específica al respecto, fuera de insistir en que se conversará con el vecino país.

Al otro lado de la frontera, la actual administración ecuatoriana tiene sus propias opiniones y quejas sobre lo que consideran como una situación en la que el Ecuador es tratado injustamente. Específicamente, proponen que Colombia refuerce su presencia en la zona fronteriza y que se implemente una visa para regular el ingreso de colombianos a su territorio (medida, que en mi concepto y el de la canciller, sólo afectará a los ciudadanos comunes; ¿a cuántos irregulares les va a importar eso a la hora de querer cruzar un río o una trocha selvática?).

Al parecer el Ecuador tiene unos 8000 hombres concentrados en la zona fronteriza, frente a unos 4300 de Colombia, principalmente ocupados en tareas de protección a la infraestructura ( incluida la petrolera, sí, pero no exclusivamente).

A simple vista eso implicaría que debemos aumentar considerablemente el pie de fuerza en esa zona, pero más que el pie de fuerza, insisto en que lo que importa es cómo se utilice. Es más, hasta algunos ecuatorianos admiten que en su lado también hay deficiencias, con todo y su mayor número de hombres: "Aquí los militares vienen muy poco y la Policía ni siquiera aparece ".

Faltaría entonces no sólo aumentar el número de soldados, sino también coordinar, tanto independientemente como en conjunto, las acciones de ambas Fuerzas Armadas de una forma más eficiente. Pero dudo mucho que haya, al menos por el momento, algún espacio realmente serio para discutir ese tema sin caer en apasionamientos ideológicos.

¿Porqué? Por muchas razones, pero en parte porque también se menciona el ya conocido y espinoso asunto de las fumigaciones, junto con la insistencia ecuatoriana en que se suspendan, para que se respete una franja fronteriza de 10 km, a la vez que sugieren que mejor se recurra a la erradicación manual.

Una vez más tengo que decir que, si por mí fuera, yo accedería a la mayoría de esas peticiones, porque entiendo su base lógica, pero hay que admitir que no es tan fácil ponerlas en práctica. Es muy difícil realizar la erradicación manual en zonas selváticas donde, como lo constatan ellos mismos, hay fuerte presencia de irregulares. Por lo tanto, cualquier cambio de estrategia, en mi concepto, tendría que ser gradual y controlado, según lo permitan las circunstancias. Lógicamente, decir eso no facilitaría un diálogo en medio de las tensiones existentes, pero no deja de ser un problema.

Claro, algunos dirán "sí, eso es un problema de Colombia, no del Ecuador" (así como también puede decirse lo opuesto, en cuanto a las reclamaciones ecuatorianas sobre las fumigaciones). Podría tener algo de cierto, estrictamente hablando, pero ambos países tenemos en común, como mínimo absoluto, la circunstancia permanente e inevitable de nuestra mutua conexión geográfica.

Las múltiples implicaciones de ese hecho nos van a seguir afectando de aquí hasta el fin de los tiempos, se quiera o no. Que el Ecuador ignore a Colombia, o que Colombia ignore al Ecuador, no es más que cerrar los ojos y los oídos, pero no cambia lo que ha sucedido y lo que va a seguir sucediendo, ni las consecuencias, tanto buenas como malas, que resultarán de todo ésto. ¿Qué será mejor, buscar una salida más o menos justa entre ambas partes, o seguir por el mismo camino inútil del egoísmo compartido?

Quedamos entonces a la expectativa de desarrollos futuros. Lo peor de todo es que, de seguir así, quienes terminarían aprovechando las ventajas políticas y militares que ofrece un ambiente de tanta desconfianza mutua no son ni los colombianos ni los ecuatorianos, como pueblos, sino a lo sumo los políticos a ambos lados de la frontera y las facciones armadas extremistas, específicamente las FARC en el presente caso. Que yo sepa, eso no le sirve de nada al Ecuador ni, mucho menos, a Colombia.




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