lunes, noviembre 14, 2005
¿Habemus TLC?
Los diferentes medios nos transmiten que se está acercando rápidamente el momento de definición en las negociaciones del TLC entre Perú, Ecuador, Colombia y Estados Unidos. Desde hace rato se viene diciendo por parte de los críticos y detractores de la negociación que en temas considerados como sensibles, entre ellos específicamente la agricultra, la propiedad intelectual, los medicamentos y curiosamente (porque de "cultura" tiene muy poco, más tiene de empleo y de ingresos) la televisión, los efectos del tratado serán nocivos para Colombia. Eso dicen, no es necesariamente todo lo que va a ser realidad, dado el alto contenido político de la discusión interna, pues aquí en Colombia no es otra cosa lo que está ocurriendo.
Mil cosas se han dicho en medio de argumentos interesantes, más o menos, pero el caso es que la negociación no ha dado muestras serias de que se vaya a interrumpir, para bien o para mal, y no importará el que los tres países tengan poco o nada en común a la hora de sentarse en la mesa, fuera de ciertos deseos gremiales y gubernamentales para conseguir algo que, a su juicio, les beneficie con el menor número de sacrificios directos, aún a costa de los compañeros de salón. Y, hay que admitirlo, sin que vaya a importarles demasiado lo que a otros sectores de nuestras naciones no les parezca oportuno, con o sin razón, así como a esos sectores poco les importan los beneficios que no vayan a percibir.
Los Estados Unidos tienen una posición que resulta hasta curiosa si pensamos en el tema con cuidado. Por un lado nos presionan para que firmemos con la amenaza de quitarnos las actuales preferencias arancelarias, y por el otro no parecen tener ganas de ceder en los temas sensibles mencionados. Mejor dicho, quieren que seamos flexibles ante sus propuestas, pero no quieren darnos demasiado margen de maniobra. Un poco unilaterales en su definición de lo que es el "libre comercio", ¿no creen? Ni nos van a "premiar" a los colombianos más que a los peruanos y ecuatorianos, por más que haya "intereses estratégicos" para hacerlo. Pero eso no es todo.
Leer...
Teniendo eso en cuenta, ¿será que al fin se firmará ese tratado? Según ha dicho el gobierno colombiano, claro que sí, pero la firma de los negociadores por sí misma no resuelve nada. Es más, entre otras cosas, el tratado debe ser ratificado por los congresos de los países involucrados, como paso previo a su puesta en práctica, y absolutamente nada nos asegura que ello vaya a ser inevitable, y menos en un año electoral. El asunto podría tardarse mucho más, o hasta simplemente quedar sin vigencia por falta de ratificaciones.
No es un simple trámite. Ni siquiera fue fácil firmar el CAFTA en los mismos Estados Unidos, a pesar de toda la fuerza y presión que utilizó su gobierno y su equipo negociador, tanto interna como externamente, para lograr su redacción final. Entonces, ¿qué ganan con hacernos firmar un papel que ni ellos mismos están seguros de poder poner en práctica? Orgullo en primer lugar, pero ni de eso tienen mucho en materias comerciales.
No hay que olvidar que, como lo ha revelado una reciente cumbre, el ambicioso ALCA está prácticamente en coma, fragmentado en acuerdos "regionales" (entendidos como negociados por distintos países de una misma región, no porque la región tenga la madurez para negociar en conjunto). Así que para valorar tanto los costos como los beneficios reales del libre comercio (o mejor, de un comercio más libre, sí, pero sin llegar a ser libre del todo), me temo que todavía está muy lejos el momento de la verdad, por más que en los medios se diga lo contrario.
Lo único que me permito reiterar, de mi parte, es que en medio de la globalización, de la cual el TLC no es sino un punto, las consecuencias no serán necesariamente malas ni buenas de por sí, porque todo depende de cómo decidamos afrontar sus retos y sus oportunidades.
Mil cosas se han dicho en medio de argumentos interesantes, más o menos, pero el caso es que la negociación no ha dado muestras serias de que se vaya a interrumpir, para bien o para mal, y no importará el que los tres países tengan poco o nada en común a la hora de sentarse en la mesa, fuera de ciertos deseos gremiales y gubernamentales para conseguir algo que, a su juicio, les beneficie con el menor número de sacrificios directos, aún a costa de los compañeros de salón. Y, hay que admitirlo, sin que vaya a importarles demasiado lo que a otros sectores de nuestras naciones no les parezca oportuno, con o sin razón, así como a esos sectores poco les importan los beneficios que no vayan a percibir.
Los Estados Unidos tienen una posición que resulta hasta curiosa si pensamos en el tema con cuidado. Por un lado nos presionan para que firmemos con la amenaza de quitarnos las actuales preferencias arancelarias, y por el otro no parecen tener ganas de ceder en los temas sensibles mencionados. Mejor dicho, quieren que seamos flexibles ante sus propuestas, pero no quieren darnos demasiado margen de maniobra. Un poco unilaterales en su definición de lo que es el "libre comercio", ¿no creen? Ni nos van a "premiar" a los colombianos más que a los peruanos y ecuatorianos, por más que haya "intereses estratégicos" para hacerlo. Pero eso no es todo.
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Teniendo eso en cuenta, ¿será que al fin se firmará ese tratado? Según ha dicho el gobierno colombiano, claro que sí, pero la firma de los negociadores por sí misma no resuelve nada. Es más, entre otras cosas, el tratado debe ser ratificado por los congresos de los países involucrados, como paso previo a su puesta en práctica, y absolutamente nada nos asegura que ello vaya a ser inevitable, y menos en un año electoral. El asunto podría tardarse mucho más, o hasta simplemente quedar sin vigencia por falta de ratificaciones.
No es un simple trámite. Ni siquiera fue fácil firmar el CAFTA en los mismos Estados Unidos, a pesar de toda la fuerza y presión que utilizó su gobierno y su equipo negociador, tanto interna como externamente, para lograr su redacción final. Entonces, ¿qué ganan con hacernos firmar un papel que ni ellos mismos están seguros de poder poner en práctica? Orgullo en primer lugar, pero ni de eso tienen mucho en materias comerciales.
No hay que olvidar que, como lo ha revelado una reciente cumbre, el ambicioso ALCA está prácticamente en coma, fragmentado en acuerdos "regionales" (entendidos como negociados por distintos países de una misma región, no porque la región tenga la madurez para negociar en conjunto). Así que para valorar tanto los costos como los beneficios reales del libre comercio (o mejor, de un comercio más libre, sí, pero sin llegar a ser libre del todo), me temo que todavía está muy lejos el momento de la verdad, por más que en los medios se diga lo contrario.
Lo único que me permito reiterar, de mi parte, es que en medio de la globalización, de la cual el TLC no es sino un punto, las consecuencias no serán necesariamente malas ni buenas de por sí, porque todo depende de cómo decidamos afrontar sus retos y sus oportunidades.
Para reclamos penales, favor no contacte al autor. Seguramente se le practicará la abstención activa.
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