jueves, mayo 12, 2005

Globalizando al Mundo


Retomando las órdenes de los tiranos lectores (no literalmente, claro), sigamos con el tema sugerido por MaryT de la siguiente manera: A mi me interesa el tema de la globalizacion, el concepto y como se percibe su efecto. Sugiero que se evalue lo positivo y lo negativo de cada concepto emitido como ejercicio de pensamiento y expresion objetiva.

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Ese es otro de los temas de los que más se discute en Colombia, ahora que están de moda tanto el Tratado de Libre Comercio con EE.UU. por poner un ejemplo, y también se discute en la región y en todo el mundo últimamente, por lo tanto no es raro.

Por eso mismo, no sé si se pueda hacer todavía un análisis realmente objetivo y ultradetallado de éste tema complejo, sobretodo sin tener experiencia como economista y/o relacionista internacional, además de documentarse mucho...pero en todo caso no sobra reflexionar sobre lo que se percibe como su lado positivo y su lado negativo. Y el lado que no es ni negativo ni positivo, a la larga.

Leer...


Por globalización se puede entender, entre tantas definiciones posibles, lo que sigue:
La globalización es un término que guarda estrecha relación con la palabra integración (integración de países, regiones, mercados, economías, costumbres, etc.), y es un proceso que se ha venido dando a nivel mundial, en el cual muchos de los aspectos de la vida humana de unos lugares se ha ido relacionando e interconectando con los de otros y, en general, con el mundo entero. Partiendo de esa base, la globalización va más allá de las esferas económicas, incluye las culturales, religiosas, científicas, políticas, éticas, filosóficas, tecnológicas, etc. Y desde ahí casi que sobraría decirse que el mundo ha venido globalizándose desde su misma formación.

Habría empezado con las migraciones del hombre primitivo, incluyendo la de los que cruzaron el estrecho de Bering (o en su defecto lo que hoy es el Océano Pacífico) para llegar a América hace bastantes milenios, y también se podrían sumar al proceso la expedición de Alejandro el Grande a India pasando por Persia, la expansión romana, la expansión china, la expansión cristiana, la expansión musulmana, las Cruzadas lanzadas desde Europa hacia la Tierra Santa, la llegada de Cristóbal Colón a América, la revolución industrial, el imperialismo europeo, la polarización de la guerra fría, la guerra contra las drogas, la guerra contra el terror, y así hasta conformar una lista casi infinita. La globalización, por lo tanto, vista de esa forma, es un largo proceso acumulativo, no es algo tan solo de las últimas décadas, como se quisiera creer a veces.

Un aspecto fundamental de la cuestión es que la globalización siempre ha implicado un contacto-choque entre dos o más puntos de vista, sean culturales, religiosos, sociales, económicos o de otra índole, no necesariamente vun contacto violento pero sí de amplias consecuencias para los involucrados, tanto para bien como para mal.

En éstos días se suele cuestionar la globalización en su aspecto económico, ligándolo directamente a el cultural y/o ecológico.

De ahí que volvemos a tocar el tema del TLC, porque se argumenta que la globalización, através de ese tratado, permitiría un mayor saqueo de las riquezas económicas, biológicas y culturales de las naciones pequeñas por parte de las potencias (en general se menciona siempre a EE.UU., pero no se puede ignorar el papel que Europa y los dos o tres grandes asiáticos juegan en el proceso, así no se les critique tanto), las cuales se apropiarían de sus elementos más útiles para luego comercializarlos según su convencia y beneficio, creando una especie de monopolio extranjero de lo mismos. Y de paso se recuerda el gran desequilibrio que causó la apertura de Gaviria, con el cual la industria nacional no pudo competir. Por lo tanto hay que cerrar filas en torno al patrimonio nacional y protegerlo.

Los de la contraparte, o al menos algunos de ellos, argumentan que la globalización puede ser defendida en esos mismos términos, expresada de nuevo por medio de las aperturas comerciales presentes y futuras.

Ya que nos ha dado beneficios económicos y sociales a nosotros, al país, al gobierno y a las empresas nacionales, a pesar de los desajustes. También se mencionan las preferencias o exenciones arrancelarias en las aduanas europeas y norteamericanas como una ventaja poderosa que hay que seguir ampliando y extendiendo. Se considera que los problemas, aunque dolorosos, a larga permitieron que la eficiencia y la rentabilidad sobrevivieran. El compartir la diversidad cultural, económica y biológica beneficiará a todos, no sólo a nosotros. Y tiene la idea de que, una vez desaparezcan todas las barreras, el librecomercio permitirá que la oferta y la demanda de los mercados equilibren finalmente la situación, justamente, a favor de todos los implicados (aunque a veces con más ganancias para algunos que para otros, lo que se admite como un resultado práctico y justo del sistema). Ese es el argumento.

¿Quién tiene la razón? En general, da igual decir que ambos o ninguno. Probablemente las dos posiciones contienen algo de verdad, pero también algo de mentira. El Ying Yang muestra otra vez más su utilidad y sabiduría intrínsica.

La globalización como tal no es ni buena ni mala, en sí misma. Depende de lo que los hombres y mujeres hagamos de ella, como parte de una humanidad, de las líneas que estemos dispuestas a tratar, del momento en que decidamos hacerlo, y de la forma específica en que lo hagamos. Habrán tanto ganadores como perdedores, pero también "empates" relativos, con ventajas y desventajas que pueden medirse. En ese sentido, las riquezas económicas, culturales y biológicas sí están en juego, pero nos estamos engañando si creemos que su globalización de seguro va a acabar con ellas.

Pero tampoco parece creíble que se prometa un lejano paraíso terrenal dominado por el librecambio absolutamente equilibrado, diversificado, justo y perfecto, como lo sugerían algunas de las palabras de Adam Smith (entre otros, pero es un ejemplo típico...).

Así como la "desglobalización", si es que alguna vez verdaderamente existió en medio de la sociedad humana organizada (lo dudo, ni siquiera cuando se hablaba de "proteccionismo"), no estaba libre de problemas, tampoco lo estará la globalización...si es que realmente se alcanza una "globalización" absoluta, lo cual también puede cuestionarse.

No es, por lo tanto, ni el comienzo del fin del mundo ni el comienzo de la utopía, al menos no automáticamente. Lo que suceda está enteramente en manos de tres elementos: de la humanidad, de las complicadas condiciones que la rodean, y de la suerte que tenga.

Me atrevo a reafimar que el resultado "final" de la globalización como tal, es decir al nivel verdaderamente mundial, universal si se prefiere, es impredecible. Se puede retrasar o adelantar, se pueden mejorar o empeorar las condiciones relativas de los participantes en la misma, pero el proceso depende de una cantidad enorme de factores tanto individuales como colectivos, tanto voluntarios como involuntarios, tanto naturales como artificiales, que en últimas, simplemente seguirán su curso, quizás sin ningún destino "final" fijo.

Por eso yo considero que no es cuestión de proclamar al viento las virtudes de la globalización o denunciar su completa injusticia, en abstracto. Es cuestión sde detenerse a mirar y analizar con cuidado los aspectos concretos, ver qué es bueno y qué es malo, que es conveniente y qué no, negociar con racionalidad, saber cuándo tener flexibilidad (pensando tanto en pro como en contra de un TLC, por ello). Se pueden aceptar ciertas cosas, pero otras podrían rechazarse. Hay que acercarse al tema sin triunfalismo ni derrotismo anticipado, sin miedo a unirnos más al proceso, pero también sin miedo a aplazarlo.

Al final, los posibles futuros "globalizantes" que se derivarían de nuestras acciones, de las de la humanidad, son infinitos. Tanto buenos como malos e "intermedios". En pocas palabras, quizás no exista una luz al final del túnel, pero quizás tampoco existe un derrumbe, no lo sabemos. Lo sabremos cuando lleguemos ahí, si llegamos algún día.





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