martes, mayo 16, 2006

Todos Quieren el Intercambio y la Paz

Tal cual. Con tanto pacifismo de labios para afuera, a veces uno se pregunta porqué será que seguimos en las mismas, en la misma guerra y con los mismos secuestrados.

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No sólo era cosa de Álvaro Leyva eso de estar hablando de tener las llaves de la paz para abrir el candado humanitario, tampoco de Carlos Gaviria y Horacio Serpa. Sin olvidar demasiado a Mockus, Parejo y Rincón, por supuesto.

Por eso pienso que, en realidad, a nadie debería sorprenderle que todos hablen de eso. Ni el reciente anuncio del presidente Uribe sobre la posibilidad, ante un gesto de paz de las FARC, de despejar una zona aún mayor que la propuesta anteriormente por Francia, España y Suiza. Él tampoco ha rechazado nunca ni el intercambio humanitario ni, en su debido momento, la firma de la tan esperada paz entre los colombianos.

¿Porque, para qué más puede servir el clamar por un intercambio humanitario, si no es para llevarnos a la paz? Precisamente, ahí está el detalle: a todos les sirve para muchas cosas, al igual que la paz.

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Como todos quieren el intercambio y la paz, todos compiten por llevarse esa bandera, no tanto por su valor intrínsico sino por obtener de ella los mayores beneficios, por darle el mejor uso para sus propósitos. No sólo electorales, sino también personales, ideológicos o inclusive estratégicos de cada uno de los candidatos.

Pero que se realice el intercambio no es, a pesar de lo que ya han dicho varios candidatos, algo que dependa sólo de la voluntad del gobierno y del eventual Presidente. Podría llegar a serlo en determinado momento, pero también depende, y mucho, de lo que quieran las FARC.

Y, claramente, tampoco podríamos excluir a los demás actores armados del análisis. La paz y sus instrumentos nunca han sido de uso exclusivo de las ahora temporalmente pro-electoreras FARC, ni del lento explorador ELN o los desubicados paramilitares de las ex-AUC. Ninguno ha dicho de plano que rechaza la paz, o en su defecto que se oponga a devolver a los secuestrados en poder de las FARC, o en el suyo mismo, a la libertad. Pero todo sigue igual.

Con ésto no quiero dar a entender que haya o no, en más de una de las personas o agrupaciones mencionadas, intenciones y deseos reales, serios anhelos de devolver a todos los secuestrados, o de llevarnos a todos a la paz. Que los hay, los hay, seguramente...pues no soy juez para negar o afirmar de plano su existencia, en mayor o menor grado.

Pero esos sentimientos parecen siempre ser secundarios ante las demandas de la coyuntura y de la estructura, tanto táctica como estratégica de las FARC y los demás actores armados. De otra forma, no se explicaría porque, cuando no se puede llegar ni a un intercambio ni a la paz, si no es culpa de uno de ellos, termina siendo culpa del otro. Los detalles cambian, pero la realidad fundamental permanece, sea quien sea el Presidente de la República.

A la hora de la verdad, todos los lados escurren el bulto, inclusive los gobiernos, en cierta medida. No siempre de la misma manera, no en la misma proporción, no con la misma responsabilidad, pero sí con el mismo resultado: Ni hay intercambio, ni hay paz. Y ni aún con intercambio, nada puede garantizar que eso nos llevaría a la paz. Algo más tiene que cambiar, no sólo en el discurso, sino en la voluntad real de todos los implicados.

No veo que el anuncio de Uribe realmente altere esa lógica, así como tampoco veo que su eventual victoria o derrota en las urnas tenga que ser o la octava maravilla del mundo o la más cruel tragedia, en materia del intercambio humanitario y de la paz. Más bien, lo que veo es que el status quo seguirá imperando en cualquiera de los posibles escenarios, al menos a corto plazo.




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