martes, noviembre 15, 2005

El Aguacero (I)

No, no se trata de una reflexión sobre el eterno clima de Bogotá, aunque bien podría caber ese tema dentro del título. Pero de lo que vamos a hablar un poco es sobre la situación de las FARC en la Colombia actual, específicamente sobre su situación mediática-política.

No se trata sólo de repetir lo que reporta la prensa nacional e internacional , que se ocupa en general del combate contra ellas en la mayoría de los casos, sino de ver qué es lo que dicen, para luego empezar a vislumbrar algunos de los rasgos de qué puede existir detrás de todo ello.

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Claramente es fácil ir a las páginas de los insurgentes, observando de paso que varias han sido recientemente renovadas. Lo primero que uno encuentra es lo mismo de siempre, un rechazo a la reelección, una condena del "fascismo" y el "imperialismo", un llamado en torno a la "democracia" y a la "justicia social", una defensa del "intercambio de prisioneros", y por ahí sigue la cosa a grandes rasgos. En pocas palabras, al lector lo recibe un mar de quejas, alguna que otra consigna u propuesta nebulosa, y un desierto de autocríticas.

Todo eso puede ser descartado como retórica por alguien que no comulge con sus ideas ni sus métodos, pero la cuestión no es tan simple, no se queda ahí. Porque, lo queramos aceptar o no, hay personas que sí se comen el cuento. O lo que es más grave, personas que en principio no lo hacen pero que sufren "conversiones". Y en asuntos ideológicos y políticos no hay demasiadas cosas más peligrosas que un fanático recientemente convertido.

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¿Y quiénes podrían convertirse? Veamos...si se hiciera un estimativo no científico, el número de personas que se encuentran en este momento plenamente del lado de las FARC probablemente no sobrepasa, dentro de Colombia, algunos cientos de miles, a lo sumo un millón o dos, por decir cualquier cosa. A la mayoría de esos no hay que contarlos entre los lectores de sus páginas.

¿Porqué? En primer lugar, porque los que ya están convencidos o bajo su directo control no necesitan mayores estímulos, además de que quizás tendrán acceso directo a su papelería. En segundo lugar, porque las FARC son un movimiento primariamente de carácter rural, específicamente ligado al mundo cocalero desde que el negocio de las drogas se disparó hace más de una década , en un país donde la población es urbana en su gran mayoría.

Sumada a esa realidad, más del 90% de los colombianos vive hacia el noroeste u oeste, mientras que en los amplios espacios del este y el sureste, zonas de colonización reciente que por largo tiempo han sido una retaguardia estratégica guerrillera, no se concentra más que un 5% de la población total. Siendo generosos, digamos que su apoyo en esos sectores todavía persiste intacto y es estable, sobretodo por ser una tradición.

Pero los que pueden leer con regularidad las páginas, periódicos, revistas, redes, agencias de noticias y demás pronunciamientos guerrilleros, por lo tanto, son fundamentalmente dos grupos: los burgueses y los extranjeros. Para leer sus documentos en línea se necesita internet, y ese medio de comunicación es inexistente en las veredas más profundas del Caquetá, o en las comunas más pobres de las capitales.

Tener internet implica poseer las facilidades logísticas necesarias, lo que requiere o bien de una cantidad moderada de dinero, o un acceso razonable a lugares con ese servicio, y en ambos casos es indispensable la voluntad, el interés y el tiempo libre para hacerlo. La mayoría de la población colombiana no cumple con esas condiciones.

Por otra parte, sí lo hace algún porcentaje desconocido del mundo educativo e intelectual, sin duda. Independientemente de si se trata de instituciones públicas (usualmente a donde van los hijos de los "pequeños" burgueses) o privadas (a donde van los de los "grandes" burgueses), el ambiente en general es propicio para quienes decidan hacerlo. No significa que lo hagan muchos o pocos, pero sin duda habrá quien lo haga.

Ahora, fuera del país, probablemente, es donde las FARC tienen su mayor audiencia real y potencial, cuyo número asciende bastante más allá de algunos millones. Afuera hay mayor penetración de la internet y la simpatía por ese tipo de grupos, dentro del contexto actual, es mayor en naciones donde el discurso estatal (en los gobiernos) o contraestatal (en la oposición armada o pacífica) tenga varios puntos de encuentro con el que las FARC manejan. O, en su defecto, donde sus ideas puedan circular libremente dada la falta de fenómenos comparativos recientes a los cuales se pueda apelar como contraejemplos.

¿Y qué interés tiene las FARC en que su discurso pueda alcanzar a los dos grupos anteriormente mencionados? Próximamente reflexionaremos más al respecto...




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