sábado, noviembre 12, 2005

Apuros de Fin de Año

El tiempo corre y pronto estaremos en el 2006, por lo que es entendible que, desde antes de que se aprobase una Ley de Garantías que casi no se salva, tanto el gobierno como los demás sectores políticos hayan empezado a lanzar sus caballos de batalla, buscando tomar ventaja ante la inminente campaña electoral.

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Pensándolo bien...¿lo que viene no será apenas la recta final de una campaña intermitente, si tenemos en cuenta el estilo tan mediático, tan cuestionado y tan valorado, de gobierno que el actual presidente ha mantenido desde casi el inicio de su mandato? Y, lógicamente, también han entrado en el mismo juego mediático sus opositores y partidarios, aunque no siempre con la misma percepción de éxito (lo que a veces difiere de la realidad).

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Eso no es todo, claramente, aunque una imágen puede valer más que mil palabras. Las movidas circenses que han tenido entre otros los políticos pasados, actuales y futuros, buscando encontrar las mejores "fórmulas", "alianzas" y "listas", no han terminado y no se puede descartar que vengan pronto algunas sorpresas, más allá de las conocidas, como el salto mortal de Juan Manuel Santos, de precandidato liberal a director de la orquesta en el partido de la "U".

Pero no le ha salido bien el concierto, pues el uribismo sigue siendo igual de monstruoso en su desorden estructural, pareciendo más una hidra de mil intereses oportunistas que una verdadera coalición. Por un lado, si es que podemos encontrar los límites precisos entre uno y otro fenómeno, está el uribismo urbano, el que responde en buena parte al llamado "voto de opinión" legítimo, mientras que por el otro tenemos el uribismo rural, que responde todavía a las presiones clientelistas de siempre.

No podría ser de otra forma, teniendo en cuenta que, técnicamente, dentro del uribismo en su sentido más amplio caben tanto Vargas Lleras como Rocío Arias, por poner uno de los ejemplos clásicos pero no el único. Sin olvidarnos del bochornoso caso del par de paramilitares desmovilizados que hasta hace poco tenían buenas oportunidades de colarse a la fiesta, aún si sus ilustres colegas en Santa Fe de Ralito seguían inmersos en la versión posmoderna de la vieja estrategia comunista del proselitismo armado. ¿Será todo ese enredo benéfico para el presidente-candidato Uribe a la larga, o le saldrá mal la apuesta por domar semejante animal? Todavía no lo sabemos.

Al otro lado del espejo, la oposición de izquierda, siendo el Polo Democrático y Alternativa Democrática los entes de mayor perfil, busca unirse para crear una verdadera alternativa al gobierno, pero al mismo tiempo se tropieza en el camino, revelando que sus debilidades internas son la mejor arma contra ellos. No hay discursos magistrales ni pataletas que los salven si ellos mismos no pueden dejar a un lado su propio egoísmo. Las demandas de Carlos Gaviria atraen la atención y quizás señalen errores formalmente ciertos, como los que señalaba el prócer Santander, pero a todas luces tendrían poco contenido sustancial y menor importancia jurídica a largo plazo.

¿Alguien se cree que en un eventual juicio se termine destituyendo al presidente Uribe por haber nombrado para liquidar a Minercol a alguien que a fin de cuentas resultó inhabilitado, cuando ni siquiera se pudo tumbar a un Ernesto Samper por fallas aún peores? No lo creo, aunque ciertamente Colombia es un país de sorpresas, así que...lo mejor es sentarse a esperar.

A propósito, ni que decir que el Partido Liberal sigue en cuidados intensivos, a pesar de haber sido parcialmente rescatado por la llegada de César Gaviria, en versión de defensor de la socialdemocracia y de enemigo mortal del neoliberalismo. Formalmente eso sería bueno, aunque no soy adivino como para saber si ese cambio es de corazón o sólo de palabra, pero de por sí denota una gran inconsistencia y un ánimo de protagonismo tardío, algo que no impresiona demasiado. Menos aún cuando la maquinaria clientelista liberal tampoco se ha apagado, y menos podría hacerlo cuando hay ciertas contradicciones inesperadas de por medio (¿No decían que era mala la reelección inmediata?).

Y ahora se suma el ex-presidente López Michelsen a todos esos esfuerzos por tratar de darle aires a su agrupación en la plaza pública, quizás recordando un poco tarde sus años de campaña en el MRL después de escribir tantas columnas...olvidando, por supuesto, lo que a fin de cuentas fue su gobierno en la práctica. ¿Será que ese síndrome resultará contagioso, más allá de las toldas "rojas"? Esperemos a ver...en medio del afán electoral, la memoria histórica y política de Colombia suele quedarse muy atrás.




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