viernes, abril 22, 2005

Tumbar es Cuestión de Método


Mientras las FARC tumban casas en el Cauca, los Ecuatorianos tumban presidentes y en el Partido Liberal tumban muros, todo lo cual nos permite concluir que ha sido una buena semana para los amantes de la destrucción o, más probablemente, de las películas de acción.
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Lo que cambia en todos los casos es el método. Las FARC prefieren usar los cilindros de gas, los ecuatorianos están acostumbrados a las protestas y las intrigas políticas, y el Partido Liberal se decanta por los tradicionales martillos de construcción (y depronto alguno que otro serrucho). Pero el resultado inmediato es conseguido con facilidad.

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Sí, son herramientas muy diferentes, no digo que sean iguales moral o físicamente, pero al parecer todas funcionan bastante bien para los propósitos que cada quien busca conseguir. Se han asesorado muy bien de maestros de obra, por lo visto.

Eso sí, lo que ignoramos todavía algunos observadores es si alguno de los grupos de obreros anteriores saldrá "tumbado" al final del partido, y le resulte que el muro enemigo no cede, a pesar de los esfuerzos empleados (o peor, les podría caer encima). No se sabe si hay un buen ingeniero supervisando todo el asunto, ni si se han tomado las medidas necesarias de seguridad laboral.

¿En qué terminaran realmente todos éstos hechos? ¿Realmente habrá alguna lógica enteramente nueva detrás de los mismos o todo se quedará igual, como si nada cambiara, con las mismas bases y cimientos en lo profundo de cada cuestión?

Véase el caso del Ecuador, que ya llevaría un récord Guiness con su impresionanete colección de ex-presidentes derrocados en menos de una década y su destino político es incierto. O, para los señores revolucionarios, los años que llevan usando cilindros de gas, minas y demás artefactos explosivos considerados como "indiscriminados" internacionalmente, sin siquiera pestañear por ello.

Y para el Partido (nunca mejor nombrado) Liberal de César Gaviria y Horacio Serpa, de Ernesto Peñalosa y de Piedad Córdoba, son incontables las fracturas, rellenos (tanto sólidos como fluidos) y remodelaciones que ha sufrido el muro de esa colectividad a lo largo de su historia.

Habrá que alquilar un puesto en el balcón para estar atentos a los futuros desarrollos de tanta destrucción y demolición, deseando siempre que el menor número de personas perezcan bajo los escombros que, en una u otra forma, inevitablemente se desprenderán de los muros derribados.





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